14 de junio de 2012

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Una mañana me encontré en el periódico con una oferta de trabajo que me dejó perpleja. En el diario flamenco De Morgen (el mismo que yo estaba leyendo) buscaban a un redactor.  Mi perplejidad fue superlativa cuando leí el perfil del candidato: un licenciado de una carrera de letras (es decir, no sólo periodismo, sino filología, filosofía...) que tenga “pluma ágil”.  La expresión me dejó anonadada.  ¿El por qué de mi anonadamiento? Creo que nunca me encontraría un anuncio así en España.  En España la “titulitis” ha infectado el mercado del trabajo.  Una carrera universitaria ya no es suficiente, hay que tener un postgrado, un master y además hay que tener la carrera concreta para el puesto concreto.  Y la experiencia, claro.  Pero ya me contarás cómo salimos del círculo vicioso.  Si no hay trabajo, no hay experiencia.
Supongo que hubo un tiempo (lejanísimo) en el que había gente que trabajaba de periodista sin tan siquiera haber estudiado en la universidad.  El tiempo de Maruja Torres, una autodidacta.  Esos self-made periodistas que se transformaron en escritores y ahora nos deleitan o fustigan con sus columnas de opinión.
Es una lástima que el sistema universitario español no se plantee una reforma a fondo en serio.  Debería ser más flexible.  Uno no debería estar tan limitado de por vida por la carrera que estudió.  Lo hablaba el otro día con una amiga española que también vive en Bélgica.  Aquí la gente estudia una cosa y no necesariamente trabaja de eso.  Por ejemplo, uno que estudie Filosofía en España, está avocado a trabajar de profesor de secundaria.  Mientras que aquí te los encuentras en los departamentos de selección de personal, por ejemplo, ¿increible de bueno, no? . Está claro que la formación que se da a los belgas desde la escuela secundaria es más completa y variada.  Sus conocimientos de informática y de idiomas les hacen más versátiles a la hora de salir al mercado laboral. Y sus planes de estudios universitarios están más en consonancia con las necesidades del mercado.

Yo estudié Filología Inglesa y, sinceramente, no me ha servido para desempeñar el trabajo que hago actualmente.  Ser profesor se aprende siéndolo. Pero seguramente mi carrera podría haber estado más encaminada a la enseñanza, ya que fuera de ella no puedo aspirar a mucho más.
Durante mis años universitarios escribí en la revista Artículo 20, hice mis pinitos como periodista y escritora.  Pero sin título de periodista me parece prácticamente imposible trabajar en ese sector.  Sin embargo aquí te encuentras a filólogos que trabajan de redactores en la radio o en la tele y que firman brillantes artículos en revistas famosas, como el marido de una compañera mía.  Chapeau por un sistema así.  En Inglaterra lo llaman la meritocracia. Un título universitario en sí mismo ha perdido su valor en España y eso debería cambiar.  La mayoría de los jóvenes licenciados españoles en paro se preguntan ¿para qué me sirve la carrera? Normal.  Y los trabajos deberían estar remunerados acorde con el diploma.  Ese tiempo que invertiste en formarte debería ser compensado después (como sucede aquí).
Quizá alguien piense que no es momento para hablar de “el empleo ideal” cuando millones de jóvenes se matan por lo que salga.  Pues déjenme decirles algo: ES EL MOMENTO.  Quiero remover conciencias. ¿Acaso es normal que nos enteremos de que el político fulanito ha ganado no sé cuanto en su puesto de consejero de no se qué por su cara bonita mientras el licenciado menganito hace cola en el inem con toda su intelectualidad? ¿Acaso no se construye un país avanzado con gente educada? ¿Es que nuestros padres se han sacrificado en pagarnos cinco años de carrera para que nos conformemos con lo primero que nos dan? No señores, ya basta.  Ya basta de conformismos y de autocomplacencias.  Estamos mal, de acuerdo.  Pero por favor, que se reforme la educación con vistas a largo plazo y no se recorte donde no se debe recortar. Ya basta de chapuzas y de parches.  La educación es la base y es el futuro,  mimémosla.  Tal vez si nuestros estudios universitarios fueran más flexibles y actualizados, sería más fácil encontrar trabajo y reciclarse en las circunstancias que nos toca vivir.

Sueño en que llegará un día así para la joven filóloga española: se levantará y saldrá a tomar un café al bar de la esquina y verá un anuncio a toda página en El País que diga “ se busca universitario de humanidades de pluma ágil para completar la redacción de nuestro diario, se remunerará según el baremo de licenciados.”  Quizá esa chica no esté interesada en el trabajo porque ya tiene uno, pero sonreirá, ya no se sorprenderá y  pensará “cómo ha cambiado todo”, “éste sí que es un país más justo”.

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