2 de diciembre de 2010

A falta de lugares, buenos son recuerdos (y el recuerdo de un olor...o de muchos)

A lo tonto, es decir, entre una semana de baja por la espalda, una semana en casa por los obreros y después directa al trabajo, otra semana de baja y ésta en casa por la ola de frío polar y el trabajo, vamos que llevo casi un mes sin pisar la calle como dios manda o como a mí me gusta.
Perderme por Gante sola (qué placer...) meterme en las tiendas, caminar sin más...oler los gofres (y de vez en cuando zamparme alguno) y las patatas fritas... En fin, que el enclaustramiento lleva a la nostalgia y de ahí que recupere uno de mis poemas...ya que no puedo estar allí en mucho tiempo (tres meses ya sin ir y lo que me queda...) vaya mi recuerdo...

El olor de El Burgo

A qué huelen los recuerdos.
A qué huele lo que nos llevamos al exilio.
El olor de la leña y de la lumbre
el olor del puchero.
El té de montaña.
Excrementos de oveja sobre el musgo verde.
Las noches adolescentes en la Cruz del Siglo.
El aroma de los chopos
ascendiendo a la Pared Finita.
El cigarrillo compartido
con un beso en la arboleda.
El olor de El Burgo
es siempre
el olor de sus campanas,
el pan recién hecho del horno
los níscalos fritos en la sartén,
las castañas tostadas en el fogón.
Olor tiene el ganchillo, el punto, la labor,
el runrún de la máquina de coser,
el torreznillo y la morcilla,
el incienso de la catedral,
la añoranza de sus hijos pródigos
en la humedad del soportal.
El olor de El Burgo es el olor
del hilo de una fábrica textil
y el calor a chorro de los ventiladores.
El olor de las golondrinas,
el olor del sol,
del río
en los atardeceres del verano de mi juventud.
El olor de la jota y de los cánticos
el olor de las charangas,
de la sangre impregnando la arena del ruedo.
El olor del Burgo
es también el olor de los crisantemos
marchitándose en el camposanto
y de los columpios balanceándose
en el parque.
Es un olor y lo son todos
Olores que guardo
en una caja de pandora
Y que libero en mis ensoñaciones.

(septiembre de 2008)