Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo
Ramón
Sampedro, Mar Adentro
MAR
ADENTRO
Como te
has empeñado en que mi cuerpo me despertenezca, me tumbo sin esperar demasiado
de las horas. A tu merced. Te has hecho
con el control y mis músculos me desobedecen, pequeño tirano. Media vuelta.
Me obligas ya a lidiar con la impotencia de dejar empantanado todo
aquello a lo que no alcanzo y a darle al tiempo su sentido literal y a
deshacerme de los horarios y las agendas, de las rutinas marcadas, de todo lo planeado y
presupuesto. Boca arriba. Quieres que estemos ensemismados el uno en el
otro, ¿verdad? Como mejor me siento es
sumergida en el agua caliente de la bañera, en esa pequeña charca mientras tú
culebreas mar adentro. Ahí me olvido
de todo, hasta del dolor y de todas las cosas que quiero hacer y escribir y casi
puedo dormirme con el arrullo del agua del grifo que llena mi pequeño oasis
hasta casi desbordarlo. Media vuelta. Afuera ha nevado y nadie nos espera. Boca arriba.
A veces me enfado porque no me
dejas que sea yo, que haga las cosas que quiero hacer. Porque el dolor es muy muy traicionero y me
hace sentirme prisionera en una cárcel de piel.
Vaho, chapoteo, calor. Dando
codazos para hacerte sitio dentro de mí, has organizado este motín
oseo-muscular. Pero no puedo (ni quiero) lucharte, esta partida la tienes ganada de
antemano. Desde mi mar al tuyo, te
imagino, te sueño, te espero.
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