11 de febrero de 2013

Mar adentro


Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo


Ramón Sampedro, Mar Adentro


MAR ADENTRO

Como te has empeñado en que mi cuerpo me despertenezca, me tumbo sin esperar demasiado de las horas. A tu merced.  Te has hecho con el control y mis músculos me desobedecen, pequeño tirano.  Media vuelta.  Me obligas ya a lidiar con la impotencia de dejar empantanado todo aquello a lo que no alcanzo y a darle al tiempo su sentido literal y a deshacerme de los horarios y las agendas, de las rutinas marcadas, de todo lo planeado y presupuesto.  Boca arriba.  Quieres que estemos ensemismados el uno en el otro, ¿verdad?  Como mejor me siento es sumergida en el agua caliente de la bañera, en esa pequeña charca mientras tú culebreas mar adentro.   Ahí me olvido de todo, hasta del dolor y de todas las cosas que quiero hacer y escribir y casi puedo dormirme con el arrullo del agua del grifo que llena mi pequeño oasis hasta casi desbordarlo.  Media vuelta.  Afuera ha nevado y nadie nos espera.  Boca arriba.   A veces me enfado porque no me dejas que sea yo, que haga las cosas que quiero hacer.  Porque el dolor es muy muy traicionero y me hace sentirme prisionera en una cárcel de piel.  Vaho, chapoteo, calor.  Dando codazos para hacerte sitio dentro de mí, has organizado este motín oseo-muscular.   Pero no puedo (ni quiero)  lucharte, esta partida la tienes ganada de antemano.  Desde mi mar al tuyo, te imagino, te sueño, te espero.

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