Siempre
tuve un diario.
Desde el
primero, con candado, que me regalaron cuando hice la primera comunión, hasta lo
que hoy llamamos blog, es decir, un diario digital. El último diario manuscrito que tuve fue el que
completé durante el año erasmus en Gante.
Durante doce años fui escribiendo la historia de mi vida en pequeños
cuadernos. Tendré unos veinte
cuadernitos guardados. Entre diario y
diario también me daba por escribir poesías.
Y cuando llegué a la facultad me metí en la revista universitaria
Artículo 20. Ahí empezó mi escribir más
serio, el de los consejos de redacción y las entrevistas intrépidas, el de los
plazos y las maquetaciones, porque Artículo
20 Libertad de Expresión, era aún una revista impresa. Al vivir en Bélgica, me quedé un poco
descolgada del mundo periodístico amateur
al que me había aficionado. Durante años
no escribí prácticamente nada. Pero dicen
que un escritor no deja nunca de serlo, así que sucumbí a las nuevas
tecnologías y en el año 2010 me hice mi primer blog al que denominé A room of one´s own, aludiendo al
libro de Virginia Woof del mismo nombre en el que reclamaba un espacio propio para las
mujeres. Y ahí he ido haciendo mis
pinitos, plasmando mis atisbos de columnas, mis pensamientos desordenados, un
poema aquí y allá y últimamente algún que otro cuento. Pero ha llegado el momento de cerrar con
llave la habitación propia, de salir de ella a otro reto, de abrir la página de un
nuevo proyecto, de una nueva ilusión.
De dar el salto. Al filo de los
treinta y cinco años. Treinta y cinco, edad en la que los escritores jóvenes dejan de serlo. Edad en la que la maternidad empieza a
denominarse “de riesgo”. Y sin embargo,
es precisamente esta edad la que me otorga ahora y no antes una seguridad en la
que apoyarme para lanzarme a este proyecto fresco, cuidado, diverso y sobre
todo made in Spain. Retomar la magia y la emoción de volver a
escribir con un plazo fijo, dentro de un marco compartido por otros escritores. Y por muchos más lectores. Volver a coquetear con el periodismo, que
será casi siempre un periodismo literario porque así soy yo, una observadora y cazadora de historias que
entremezclan la realidad y la ficción y que aspira a captar lo que al ojo
convencional le pasa desapercibido.
Espero estar a la altura. Espero
que vosotros, mis lectores ya fieles, me sigáis en esta aventura. A partir de septiembre nos vemos en The Church of Horrors. Y ahora, vacaciones. Porque para poder escribir, hay que vivir.