21 de junio de 2013

Lo que los niños traen debajo del brazo...



Hay un refrán castellano que dice que los niños vienen con un pan debajo del brazo.  Me gustaría deciros, que aunque en Bélgica no existe, que yo sepa, tal refrán, los niños vienen con un cargamento de cosas debajo del brazo, que aún no sé cómo es posible que les quepa todo ahí metido... Tradiciones que los papás preparamos con alegría e ilusión antes del nacimiento.  Estas costumbres las hace la mayoría de la gente aquí, aunque, como todo en esta vida, nadie nos obliga y cada uno las adapta a su gusto y a su bolsillo.
1.       La tarjeta de nacimiento o geboortekaart.  Cuando nace el bebé aquí también se llama por teléfono a los padres y se mandan mensajitos a los más allegados (hay que decir que se curran los mensajillos, que suelen rimar y todo...) pero lo que se lleva es preparar de antemano una tarjeta, más o menos personalizada, donde se pone el nombre del bebé, la fecha de nacimiento, el peso, la talla, la hora en que nació y otros detalles como el nombre de los padres y hermanos (si tiene), el padrino y la madrina (dos figuras muy importantes aquí haya o no haya bautizo), la dirección, algunos ponen los datos del hospital y la habitación y para rematar la cuenta bancaria (vrijblivend! Voluntaria) y/o la lista de nacimiento en una tienda donde los padres han seleccionado de antemano cositas que les hacen falta, ropita o juguetitos.   Digamos que el diseño de la tarjeta y los datos invariables se pueden dejar ya listos de antemano y lo que hace la imprenta es añadir lo que falte (fecha, talla, peso...) el mismo día del nacimiento, y a no ser que nazca en fin de semana (como pasó con Amélie), suelen estar listas en el mismo día, o sea que se mandan enseguida.  Me parece una tradición muy bonita y un recuerdo entrañable.  A veces esta tarjeta va acompañada de otra más pequeña anunciando una fiesta para el bebé (babyborrel), cuya función es agrupar a todas las visitas una vez.  Suele hacerse un mes o dos después del nacimiento.  Esto también es algo que cada uno organiza según su gusto y presupuesto, y hay gente que no lo hace.  No a todos los que envías una tarjeta de nacimiento, les invitas a esta fiesta.
2.       La lista de regalos o geboortelijst.  Con un primer hijo, como te hace falta de todo es bastante común hacer una de antemano.  Aquí se ve con toda normalidad y hasta se agradece porque así compras algo que a los padres les gusta o que necesitan y lo haces sin moverte del sofá.  Una vez que lo has elegido “on-line” y pagado por transferencia puedes llevárselo tú cuando les visites o dejarlo en la tienda para que lo cojan los padres.
3.       La fiesta del bebé o babyborrel.  Si te decides a hacer una, tienes que empezar a mirar los sitios, los precios, lo que se da... Al principio dudamos un poco si hacer una, pero finalmente decidimos que sí.  Al fin y al cabo no hacemos muchas celebraciones y me apetecía juntar a todo el mundo un día y tomar algo juntos en un sitio bonito.  Hemos encontrado un lugar con un parque infantil, así que pensando ya en Amélie y en todos los niños que tienen nuestros amigos para que sea una tarde agradable.  Ya se sabe, si los niños están contentos, los padres más (y relajados...).  A veces esta fiesta coincide con el bautizo aquí, pero no necesariamente.  Nosotros el bautizo lo haremos en España cuando vayamos.
4.       El azúcar de bautizo o doopsuiker.  Es tradicional ofrecer a las visitas estas almendras cuando nace un niño.  Antes en España también se daban, en los bautizos.  La tradición se ha sofisticado y lo que se hace ahora es preparar unos botecitos o paquetitos rellenos de estas almendras de chocolate de colores que se dan como recuerdo a las visitas.  Se prepara antes del nacimiento y lo suyo es que el papá lo lleve al hospital y lo coloque bonito y se va dando a las visitas cuando van (en el trabajo se lleva una cestita con las almendras dentro y la tarjetita), cada bebé tiene su tarjeta y su botecito. 
5.       Hablando de hospital y de visitas: el champán o cava y/u otras bebidas.  Cuando cuento esto en España alucinan en colores.  A las visitas (y en casa después también) hay que agasajarlas bien.  Así que en la neverilla que hay en la habitación del hospital hay que hacer acopio de cava, zumo, o que se tercie y unos vasitos, para poder ofrecerlo a los visitantes.  A mí antes me parecía el colmo, ahora ya estoy acostumbrada.  Esto, sobre todo a los papás les encanta.  Pensemos, que los hombres viven todo esto de una manera diferente.  Sólo hay que pensar en el día del parto: nosotras histéricas y ellos eufóricos.
De todas formas cabe apuntar que aquí las visitas se portan.  En la tarjetita de nacimiento hay gente que pone claramente que no quiere visitas en el hospital o que les avisen cuando vayan a su casa.  Los belgas son muy respetuosos, la gente te avisa casi siempre y no se te suelen quedar toda la tarde...Creo que esto en España es un poquito diferente, ups!
6.       La maletilla (het koffertje).  Ya la tengo lista, la mía con mis cosas y las del bebé y la de Amélie porque le tocará irse, al menos un día, con quien pueda (abus, tíos o madrina).  En los hospitales de Bélgica hay que decir que hay mucha comodidad.  La mayoría optamos por una habitación individual, que aunque haya que pagar (una parte, es que el sistema de seguridad social aquí funciona de manera diferente), es lo mejor.  Te pones tu pijama y tu ropa.  La verdad es que cuando nació Amélie me trataron a cuerpo de rey (¡reina!) me venían con el menú de la semana para que eligiera, vamos que no me quería ir para casa...
7.       El papeleo (papierwerk)...¡Uf!, paso de contaros eso, porque en todas partes es algo odioso que voy a delegar directamente en mi santo. Eso sí os cuento que en Bélgica por cada niño te pagan una cantidad de dinero al mes, es algo menos de cien euros, pero ahora no sé deciros hasta qué edad lo hacen, lo llaman el kindergeld, es algo que está muy bien para asegurar una manutención básica de los niños.
8.       Obras (werken) en casa o una habitación nueva.  En Bélgica, una gran mayoría de la gente vive en casas de segunda, tercera o cuarta mano, que hay que renovar, que han renovado o que siguen renovando.  Entre esta gran mayoría nos incluimos nosotros.   Parece que la llegada de un nuevo miembro te apretara un resorte que a su vez desactiva la pereza y te pones (nunca mejor dicho) manos a la obra.  Un mes antes de que naciera Amélie cambiamos el tejado, construimos un desván y cambiamos a doble cristal todas las ventanas de la casa (no quiero ni acordarme).  Ahora le ha tocado el turno al dormitorio de arriba, que había quedado colateralmente dañado, tras las obras anteriores.  Así que resumiendo, que la hemos renovado (electricidad, fontanería, escayola).  Así que si te descuidas, cuando viene un bebé, aún tienes que construirle la habitación...o los más valientes ¡la casa entera!
Como ya habréis deducido en este punto, hay que tener  (o hacer) tiempo y unas pocas perrillas para cumplir con las tradiciones belgas.  Claro que también puedes mandarlo todo al carajo y quedarte con lo esencial y dejar que la naturaleza simplemente haga su trabajo, que al final es lo más importante.  Esto suena muy bonito pero tampoco nos engañemos: a todos nos gusta tenerlo todo bonito y preparado ante un acotecimiento así.  Y de esta manera, como decía Saint de Exupéry en El Principito, preparamos nuestro corazón para recibir al ser que nos volverá a revolucionar la vida.
 Pero os confieso algo y no es para nada cliché: hay que ver lo rápido que se olvida lo malo y lo maravilloso que es tener hijos (aunque parirlos...es otra cosa).

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