Hay un
refrán castellano que dice que los niños vienen con un pan debajo del brazo. Me gustaría deciros, que aunque en Bélgica no
existe, que yo sepa, tal refrán, los niños vienen con un cargamento de cosas
debajo del brazo, que aún no sé cómo es posible que les quepa todo ahí
metido... Tradiciones que los papás preparamos con alegría e ilusión antes del
nacimiento. Estas costumbres las hace la
mayoría de la gente aquí, aunque, como todo en esta vida, nadie nos obliga y
cada uno las adapta a su gusto y a su bolsillo.
1. La tarjeta de nacimiento o geboortekaart. Cuando nace el bebé aquí también se llama por
teléfono a los padres y se mandan mensajitos a los más allegados (hay que decir
que se curran los mensajillos, que suelen rimar y todo...) pero lo que se lleva
es preparar de antemano una tarjeta, más o menos personalizada, donde se pone
el nombre del bebé, la fecha de nacimiento, el peso, la talla, la hora en que
nació y otros detalles como el nombre de los padres y hermanos (si tiene), el
padrino y la madrina (dos figuras muy importantes aquí haya o no haya bautizo),
la dirección, algunos ponen los datos del hospital y la habitación y para
rematar la cuenta bancaria (vrijblivend! Voluntaria) y/o la lista de nacimiento
en una tienda donde los padres han seleccionado de antemano cositas que les
hacen falta, ropita o juguetitos.
Digamos que el diseño de la tarjeta y los datos invariables se pueden
dejar ya listos de antemano y lo que hace la imprenta es añadir lo que falte
(fecha, talla, peso...) el mismo día del nacimiento, y a no ser que nazca en
fin de semana (como pasó con Amélie), suelen estar listas en el mismo día, o
sea que se mandan enseguida. Me parece
una tradición muy bonita y un recuerdo entrañable. A veces esta tarjeta va acompañada de otra
más pequeña anunciando una fiesta para el bebé (babyborrel), cuya función es
agrupar a todas las visitas una vez. Suele hacerse un mes o dos después del
nacimiento. Esto también es algo que
cada uno organiza según su gusto y presupuesto, y hay gente que no lo hace. No a todos los que envías una tarjeta de
nacimiento, les invitas a esta fiesta.
2. La lista de regalos o geboortelijst. Con un primer hijo, como te hace falta de
todo es bastante común hacer una de antemano.
Aquí se ve con toda normalidad y hasta se agradece porque así compras
algo que a los padres les gusta o que necesitan y lo haces sin moverte del sofá. Una vez que lo has elegido “on-line” y pagado
por transferencia puedes llevárselo tú cuando les visites o dejarlo en la
tienda para que lo cojan los padres.
3. La fiesta del bebé o babyborrel. Si te decides a hacer una, tienes que empezar
a mirar los sitios, los precios, lo que se da... Al principio dudamos un poco
si hacer una, pero finalmente decidimos que sí.
Al fin y al cabo no hacemos muchas celebraciones y me apetecía juntar a
todo el mundo un día y tomar algo juntos en un sitio bonito. Hemos encontrado un lugar con un parque
infantil, así que pensando ya en Amélie y en todos los niños que tienen
nuestros amigos para que sea una tarde agradable. Ya se sabe, si los niños están contentos, los
padres más (y relajados...). A veces
esta fiesta coincide con el bautizo aquí, pero no necesariamente. Nosotros el bautizo lo haremos en España
cuando vayamos.
4. El azúcar de bautizo o doopsuiker. Es tradicional ofrecer a las visitas estas
almendras cuando nace un niño. Antes en
España también se daban, en los bautizos.
La tradición se ha sofisticado y lo que se hace ahora es preparar unos
botecitos o paquetitos rellenos de estas almendras de chocolate de colores que
se dan como recuerdo a las visitas. Se
prepara antes del nacimiento y lo suyo es que el papá lo lleve al hospital y lo
coloque bonito y se va dando a las visitas cuando van (en el trabajo se lleva
una cestita con las almendras dentro y la tarjetita), cada bebé tiene su
tarjeta y su botecito.
5. Hablando de hospital y de
visitas: el champán o cava y/u otras bebidas.
Cuando cuento esto en España alucinan en colores. A las visitas (y en casa después también) hay
que agasajarlas bien. Así que en la
neverilla que hay en la habitación del hospital hay que hacer acopio de cava,
zumo, o que se tercie y unos vasitos, para poder ofrecerlo a los
visitantes. A mí antes me parecía el
colmo, ahora ya estoy acostumbrada.
Esto, sobre todo a los papás les encanta. Pensemos, que los hombres viven todo esto de
una manera diferente. Sólo hay que
pensar en el día del parto: nosotras histéricas y ellos eufóricos.
De todas formas cabe apuntar que aquí las visitas se portan. En la tarjetita de nacimiento hay gente que
pone claramente que no quiere visitas en el hospital o que les avisen cuando vayan
a su casa. Los belgas son muy
respetuosos, la gente te avisa casi siempre y no se te suelen quedar toda la
tarde...Creo que esto en España es un poquito diferente, ups!
6. La maletilla (het koffertje). Ya la tengo lista, la mía con mis cosas y las
del bebé y la de Amélie porque le tocará irse, al menos un día, con quien pueda
(abus, tíos o madrina). En los
hospitales de Bélgica hay que decir que hay mucha comodidad. La mayoría optamos por una habitación
individual, que aunque haya que pagar (una parte, es que el sistema de
seguridad social aquí funciona de manera diferente), es lo mejor. Te pones tu pijama y tu ropa. La verdad es que cuando nació Amélie me
trataron a cuerpo de rey (¡reina!) me venían con el menú de la semana para que
eligiera, vamos que no me quería ir para casa...
7. El papeleo (papierwerk)...¡Uf!, paso de contaros eso, porque en todas partes es
algo odioso que voy a delegar directamente en mi santo. Eso sí os cuento que en
Bélgica por cada niño te pagan una cantidad de dinero al mes, es algo menos de
cien euros, pero ahora no sé deciros hasta qué edad lo hacen, lo llaman el kindergeld, es algo que está muy bien
para asegurar una manutención básica de los niños.
8. Obras (werken) en casa o una habitación nueva. En Bélgica, una gran mayoría de la gente vive
en casas de segunda, tercera o cuarta mano, que hay que renovar, que han
renovado o que siguen renovando. Entre
esta gran mayoría nos incluimos nosotros.
Parece que la llegada de un nuevo miembro te apretara un resorte que a
su vez desactiva la pereza y te pones (nunca mejor dicho) manos a la obra. Un mes antes de que naciera Amélie cambiamos
el tejado, construimos un desván y cambiamos a doble cristal todas las ventanas
de la casa (no quiero ni acordarme).
Ahora le ha tocado el turno al dormitorio de arriba, que había quedado
colateralmente dañado, tras las obras anteriores. Así que resumiendo, que la hemos renovado
(electricidad, fontanería, escayola).
Así que si te descuidas, cuando viene un bebé, aún tienes que
construirle la habitación...o los más valientes ¡la casa entera!
Como ya
habréis deducido en este punto, hay que tener (o hacer) tiempo y unas pocas perrillas para
cumplir con las tradiciones belgas.
Claro que también puedes mandarlo todo al carajo y quedarte con lo
esencial y dejar que la naturaleza simplemente haga su trabajo, que al final es
lo más importante. Esto suena muy bonito
pero tampoco nos engañemos: a todos nos gusta tenerlo todo bonito y preparado
ante un acotecimiento así. Y de esta manera,
como decía Saint de Exupéry en El Principito,
preparamos nuestro corazón para recibir al ser que nos volverá a revolucionar
la vida.
Pero os confieso algo y no es para nada
cliché: hay que ver lo rápido que se olvida lo malo y lo maravilloso que es
tener hijos (aunque parirlos...es otra cosa).
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