10 de junio de 2013

De pasatiempos, aficiones y pasiones


Aquí lo llaman “hobby” y creedme: si no tienes uno eres poco más que un bicho raro. La gran mayoría de los belgas tiene un hobby que suele practicar, digamos, semanalmente y que para algunos es sagrado.  Está muy asumido en la sociedad de aquí que tal día fulanito va a clase de italiano, fotoshop o cocina y tal otro menganita a clase de zumba, salsa o informática y que hay que llamar a la canguro o a los abuelos para que se hagan cargo de los niños. 
Un día tomando algo con unos amigos de Alex, uno de ellos me preguntó que cuál era mi hobby y me quedé un buen rato callada, no sabía qué contestarle (al menos no podía darle la respuesta que él esperaba) así que le dije que ninguno.  Imaginaos el careto del belga cuadriculado, se quedó tan pasmado como si le hubiera dicho que no tenía trabajo o que pasados los treinta no tenía hijos o que aún seguía de alquiler (esto hay que entenderlo enmarcado en la sociedad belga).  Esa escena me ha perseguido desde entonces... Alex se ríe de mí recordando aquel incómodo episodio (soy del tipo de personas que siempre da una repuesta),  pienso en él a menudo intentando determinar cuál es mi hobby por si me vuelven a preguntar y he llegado a dos conclusiones.  Una: que hay una diferencia entre hobby (afición), pasatiempo y pasión.  Y dos: que no tener un hobby puede ser una liberación. 
Iré por partes. 
Para mí una afición es lo que he dicho al principio, algo que practicas a menudo, por ejemplo una vez por semana y que puede tener variantes, si es un curso, cada año uno, si es deporte, pueden ser diferentes o cambiar con los años.  Un  pasatiempo es algo que, como su buen nombre indica, te hace pasar el rato, por ejemplo: ver series, hacer los autodefinidos del periódico o ir de compras.  Y luego están las pasiones, es algo sin lo que no te puedes pasar, va contigo, con quien tú eres, con tu esencia y no suele cambiar con los años.  Pueden darse periodos en los que hiberna, por circunstancias de la vida (falta de tiempo, el cuidado de los hijos...) pero tarde o temprano vuelve a la superficie, a veces con más fuerza que nunca.  Me acuerdo de una frase de la película “El secreto de sus ojos”, cuando el ayudante borrachín del inspector (Ricardo Darín) le da la clave que les conducirá a la identificación del asesino: “uno puede cambiar de nombre, de país...pero de lo que no puede cambiar es de pasión.”  De esta manera descubren que el asesino era un apasionado del fútbol y dan con él en la grada de un mítico partido.
Alex, por ejemplo, tiene el deporte como afición, en los últimos años ha jugado casi semanalmente al fútbol-sala en un equipo de amigos, le ha dado por correr...pero su pasión siempre había sido la raqueta.  De pequeño fue una proeza del squash aunque lo acabó dejando.  Hace un par de veranos descubrió en España el pádel y desde que abrieron el club en Gante está a muerte con él.  La pasión que le pone, su espíritu competitivo y de constante superación, me alucina y le admiro por eso. 
Recientemente he sabido que el padre de una amiga mía es aficionado a hacer maquetas de coches antiguos y la publicación de un artículo sobre esto en la prensa local, me ha dado la idea de escribir esta entrada.  Su padre era mecánico (ahora jubilado) y de una generación, que como mis padres, trabajaron durísimo (nosotros nunca sabremos, por suerte, lo que es partirse el lomo así...) y cuya vida se redujo durante muuuuchos años a trabajar (muy duro) y a la familia (nada de “quality time”, “tiempo para nosotras mismas” que hoy tanto se reivindica).  Pero como digo, cuando hay una pasión, tarde o temprano, surge la oportunidad de recuperarla y de dedicarle tiempo, pues el talento ya está dentro de nosotros.  Mi madre, por ejemplo, me sorprendió hace un tiempo cuando me contó que de joven había coleccionado sellos y que había vuelto a retomar esa (gran) colección.  Un día en la cocina de casa me mostró sellos antiquísimos, de antes de la guerra civil española, de tiempos de la propia guerra y sellos que vienen de todas partes del mundo.  A todos aquellos lugares viajaba ella en su imaginación mientras engomaba el delicado tesoro y lo admiraba con la lupa y se conformaba con viajar a su historia de aquella manera.
Así llego al final de mi entrada y todavía no os he dicho cuáles son mis aficiones o mis pasiones.  Después de mucho darle vueltas he determinado que yo no quiero tener una afición que me ate cada semana a algo, porque lo que verdaderamente me gusta es tener tiempo libre para tomarme un café con una amiga y charlar de todas estas cosas o irme a ver las tiendas y otro día al cine y otro sencillamente tirarme en el sofá y leer, ver la tele o no hacer absolutamente nada.  Un alumno me dijo un día que el hecho de que en Bélgica todo el mundo tuviera que tener un hobby les podía llegar a suponer un agobio:  están estresados porque tienen que cumplir con él y no siempre es fácil con la vida que llevamos.  
Otra cosa son las pasiones y yo tengo unas cuantas...para hablaros de ellas necesitaría otra entrada.  Sin embargo,  ya os habréis dado cuenta de que una de ellas es la que me tiene aquí secuestrada, tecleando mis cavilaciones y pensamientos y que por ella soy capaz de dejar cualquier cosa de lado. Porque cuando la musa viene a visitarte, no podemos permitir que se marche.

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