Voy a
votar por primera vez en Bélgica. En las elecciones provinciales y municipales
que aquí en Flandes toman un cariz casi nacional. Así quedó demostrado en el gran debate entre
los secretarios generales de todos los partidos flamencos el domingo por la
noche. Debatieron los temas nacionales. Me congratula ver que la mayoría de ellos es
gente joven, entre los treinta y los cuarenta años. Eso dice mucho de un país, creo yo, que
apuesta por su juventud formada y capaz.
Otro dato curioso de la generación política flamenca es que muchos de
ellos son los hijos de la anterior generación de políticos. ¿De tal palo tal astilla? ¿monarquía
política? ¿la nueva nobleza? Me quedo con lo bueno, el hecho de que sean
jóvenes aunque para mi pesar, en esa mesa de debate no había más que
caballeros.
El
domingo por la mañana habíamos vuelto a ver a los candidatos a alcalde de Gante
en el mercado de las flores. Es una
tradición nuestra interrumpida a veces por el mal tiempo. Nuestro paseíto al mercado de flores del
domingo con parada obligada en la caravana del café. Se trata de una especie de bar ambulante
improvisado que durante la semana te encuentras en la explanada del Zuid y que
los fines de semana se planta en los
mercados. En un minúsculo habitáculo dos
señoritas de lo más vintage te sirven
cafés italianos y bollitos. Al lado hay
unas mesas de pie que la gente suele compartir para tomarse ese pequeño placer
dominguero. Y siempre hay cola. Al otro lado del mercado hay otro puesto,
este más chic, en el que los pijillos
toman champán y ostras. Al pasar por
allí nos dieron un panfleto de una candidata liberal. Hasta ahora Gante había sido pionera en tener
una coalición de socialistas y liberales gobernando el ayuntamiento, la
coalición morada, la llamaban.
Honestamente hay que decir que había funcionado muy bien y que era un
sistema muy democrático porque representa las dos grandes mayorías
locales. Sin embargo, otro gallo nos canta
ahora porque los rojos han tirado los tejos a los verdes y han dado calabazas a
los azules. Snif. Tengo que reconocer
que me rindo ante los encantos del candidato liberal: guapo, treintañero... a
pesar de la distancia ideológica, si lo veo, me alegro la vista. Por otro lado, veo lógico que rojos y verdes
vayan de la mano, tiene más sentido político.
Pero me da penita lo del morado.
Era un poco un reflejo de nuestro parlamento casero. Aquí también tenemos una coalición
morada. A veces las tonalidades se
difuminan o se separan y luchan para ser más rojo tirando a verde, ejemplo: comprar
productos biológicos, criticar el capitalismo y a los causantes de la crisis; y otras veces estira estira hacia el azulón: ahorrar,
competitividad y competencia y sobre todo que cada palo aguante su vela; pero
en definitiva, nuestra casa es el reflejo de la salud democrática: el
compromiso, el acuerdo a pesar o gracias a la diferencia de pensamiento y a la
libertad de expresión. No dice lo mismo
un estudio de la Universidad de Lovaina en el que se explica que la mayoría de
las parejas que viven juntas votan a los mismos candidatos. Así que somos una sana excepción. Al menos eso creo, porque el voto es secreto
e igual hay sorpresas. Sea lo que sea: vivan los colores.
Paleta de colores. Yo no me inscribí a tiempo por mi costumbre-manía-principio de no votar en ningunas elecciones, algo que me traje de España como forma de protestar y de demostrar que no creo en lo que allí llaman democracia, porque no lo es.
ResponderEliminarPero ahora me arrepiento un poco, aquí no es mejor pero es distinto. Y esta vez creo que sí me habría gustado votar, después de 6 años aquí, pagando mis impuestos, con mis hijos ganteses (gantianos? gantinos?) y mis raíces a medio echar en esta ciudad, quizá sí habría tenido sentido.
Además, me alegro por esa relación bicolor rojo-verde.
Pues eso, disfruta tú por las dos de tu momento de voto.
¡Un beso!