9 de octubre de 2012

Colores



Voy a votar por primera vez en Bélgica. En las elecciones provinciales y municipales que aquí en Flandes toman un cariz casi nacional.  Así quedó demostrado en el gran debate entre los secretarios generales de todos los partidos flamencos el domingo por la noche.  Debatieron los temas nacionales.  Me congratula ver que la mayoría de ellos es gente joven, entre los treinta y los cuarenta años.  Eso dice mucho de un país, creo yo, que apuesta por su juventud formada y capaz.  Otro dato curioso de la generación política flamenca es que muchos de ellos son los hijos de la anterior generación de políticos.  ¿De tal palo tal astilla? ¿monarquía política? ¿la nueva nobleza? Me quedo con lo bueno, el hecho de que sean jóvenes aunque para mi pesar, en esa mesa de debate no había más que caballeros.
El domingo por la mañana habíamos vuelto a ver a los candidatos a alcalde de Gante en el mercado de las flores.  Es una tradición nuestra interrumpida a veces por el mal tiempo.  Nuestro paseíto al mercado de flores del domingo con parada obligada en la caravana del café.  Se trata de una especie de bar ambulante improvisado que durante la semana te encuentras en la explanada del Zuid y que los fines de semana se planta en  los mercados.  En un minúsculo habitáculo dos señoritas de lo más vintage te sirven cafés italianos y bollitos.  Al lado hay unas mesas de pie que la gente suele compartir para tomarse ese pequeño placer dominguero.  Y siempre hay cola.  Al otro lado del mercado hay otro puesto, este más chic, en el que los pijillos toman champán y ostras.  Al pasar por allí nos dieron un panfleto de una candidata liberal.  Hasta ahora Gante había sido pionera en tener una coalición de socialistas y liberales gobernando el ayuntamiento, la coalición morada, la llamaban.  Honestamente hay que decir que había funcionado muy bien y que era un sistema muy democrático porque representa las dos grandes mayorías locales.  Sin embargo, otro gallo nos canta ahora porque los rojos han tirado los tejos a los verdes y han dado calabazas a los azules. Snif.  Tengo que reconocer que me rindo ante los encantos del candidato liberal: guapo, treintañero... a pesar de la distancia ideológica, si lo veo, me alegro la vista.  Por otro lado, veo lógico que rojos y verdes vayan de la mano, tiene más sentido político.  Pero me da penita lo del morado.  Era un poco un reflejo de nuestro parlamento casero.  Aquí también tenemos una coalición morada.  A veces las tonalidades se difuminan o se separan y luchan para ser más rojo tirando a verde, ejemplo: comprar productos biológicos, criticar el capitalismo y a los causantes de la crisis;  y otras veces estira estira hacia el azulón: ahorrar, competitividad y competencia y sobre todo que cada palo aguante su vela; pero en definitiva, nuestra casa es el reflejo de la salud democrática: el compromiso, el acuerdo a pesar o gracias a la diferencia de pensamiento y a la libertad de expresión.  No dice lo mismo un estudio de la Universidad de Lovaina en el que se explica que la mayoría de las parejas que viven juntas votan a los mismos candidatos.  Así que somos una sana excepción.  Al menos eso creo, porque el voto es secreto e igual hay sorpresas. Sea lo que sea: vivan los colores.

1 comentario:

  1. Paleta de colores. Yo no me inscribí a tiempo por mi costumbre-manía-principio de no votar en ningunas elecciones, algo que me traje de España como forma de protestar y de demostrar que no creo en lo que allí llaman democracia, porque no lo es.
    Pero ahora me arrepiento un poco, aquí no es mejor pero es distinto. Y esta vez creo que sí me habría gustado votar, después de 6 años aquí, pagando mis impuestos, con mis hijos ganteses (gantianos? gantinos?) y mis raíces a medio echar en esta ciudad, quizá sí habría tenido sentido.
    Además, me alegro por esa relación bicolor rojo-verde.
    Pues eso, disfruta tú por las dos de tu momento de voto.
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar