Mi médico de cabecera es un hippie.
Al principio nos resultó rarísimo pero ya nos vamos acostumbrando. Es verdad que se trata de un hippie pero no de los radicales aunque conserva con nostalgia la melena, eso sí.
En Bélgica cuando vas al médico, vas a su casa. En la sala de espera, te da tiempo a curiosear a traves de la puerta de cristal que te separa del resto de la vivienda y a imaginar cómo será el resto de la casa y esas cosas; para quitarte los nervios. Yo siempre me pongo nerviosa cuando tengo que ir al médico. No sé si será por el diagnóstico, por el idioma o por el médico mismo que me intimida un poco. Los médicos de cabecera en Bélgica son hombres normales y no llevan bata blanca. Te atienden tomándose un café y con la página del facebook abierta. La consulta es un mini ambulatorio donde todo es posible desde sacarte sangre, sin ayuno ni previo aviso, hasta quitarte unos puntos en un plis plas. En Bélgica puedes ir al médico que más rabia te dé. Y lo más lógico es que escojas uno que viva cerca de tu casa (o tú cerca de él). Bien, como iba diciendo desde que nos mudamos a este barrio vamos a este médico hippilón. Los dossieres de los pacientes los escribe a mano (o quizá sea sólo el mío porque, al ser inmigrante, igual piensa que me voy a marchar cualquier día de estos y no le compensa pasarlo a la versión electrónica), anota cosas y hace dibujos mironianos. Mi médico de cabecera no es convencional. Fuma como un carretero, aunque nunca lo he visto fumando en la consulta, pero lo he olido y creedme no hay olor que se le resista a una embarazada de seis meses. Cuando me di cuenta de que fumaba, me pregunté “¿Pueden los médicos fumar?”, en teoría fumar es malo y los médicos son los que te dicen que no fumes (¿???) pero se ve que es también un gran deportista, o sea que compensa los pitillos con carreras maratonianas junto al maratónman ése del que os hablé en otra de mis entradas, que corre maratones por Gante todos los días. Uno se pregunta si es seguro confiar en un médico que echa humo como una cafetera. Es como en la película flamenca que vimos el sábado, “sm- rechter”, en la que un juez es destituido de su puesto porque se descubre que practica el sadomasoquismo con su mujer y además filman sus brutales sesiones. ¿Está ligada la vida privada la la pública en ciertas profesiones? Es poco más o menos como si mis alumnos de pronto descubrieran que voy al cine Kinépolis con un tambor de palomitas...A los belgas no les gustan los hábitos mundanos, están mal vistos por la sociedad. Está mal visto ir a ver pelis comerciales, ver la tele, ir a la playa a torrarse, comprar en grandes centros comerciales... Bélgica es la meca de lo alternativo, y los hay bastante radicales en este sentido. Bueno a lo que iba, a mi médico todavía no le he visto sacar el látigo, eso no. Ayer fui a ponerme la vacuna de la gripe. Le comenté mi pavor a las agujas, siempre lo hago para quitarme los nervios, sé que sueno un poco infantil (sobre todo en neerlandés) mirando al médico que me va a sacar sangre o pinchar como un corderillo en el matadero. Cargó la pistola puntiaguda y tras! Me clavó la vacuna en un santiamén. He de decir que no me dolió, entretanto contó algunas bromas y yo miré para otro lado. A él le resulto gracioso que me diera yuyu. Después me preguntó que qué tal me sentía por lo demás, con el embarazo y todo eso, y yo le dije que bien, pero que notaba mucha presión en el bajo vientre, como incontinencia urinaria al andar y él me recomendó que hicera el pino una hora al día para aliviar la presión que ejerce el útero sobre la vejiga. Qué gracioso es.
Todavia recuerdo otra de sus bromillas al principio del embarazo. Le pregunté si podía comer de todo o si había algún alimento que debía evitar y el me contestó que podía comer de todo menos productos comprados en el Colruyt (cadena de supermercados para la que trabaja Alex, paciente suyo también...). El tío tiene chispa. Pero a pesar de la melena, el olor a tabaco, los gestos raros e instantes pensativos, me cae bien. Es un médico al que le puedes preguntar cosas, puedes hablar con él como lo harías en España y eso aquí es difícil de encontrar. Los médicos son muy pragmáticos, te atienden lo justo, te recetan lo mínimo y mantienen las distancias. Los médicos y los belgas en general no son gente muy simpática a primera vista; su empatía está siempre en servicios mínimos.
Para terminar: a lo que no me acostumbro es a tener que sacar la guita al final de la consulta. Menos mal que este médico no tiene una máquina de las que saca la factura con ruido de caja registradora, entonces ya si que te sientes como en un súper. Tiene cojones la cosa, después del pinchazo, en Bélgica todavía te queda la otra dolorosa.
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