Domingo,
solecito, paseo y periódico en versión papel después de haberme metido dos
cruasanes y un café entre pecho y espalda. ¿Se puede pedir más? Sí, un buen artículo de
psicología de esos que nos hacen reflexionar a fondo. El País Semanal nos regala cada semana una
perlita para que le demos al coco. Hoy
viene un artículo de Borja Vilaseca sobre el egoísmo. ¿A quién no le han tildado de egoísta alguna
vez? ¿O a quién no hemos acusado de lo mismo en alguna ocasión? Es curioso, porque como empieza a contar el
artículo cada vez que llamamos o nos llaman egoístas es porque no satisfacemos
(o satisfacen) las necesidades o expectativas de otros ( o las nuestras), es
decir, es algo así como resumirlo diciendo que el que no es egoísta es porque
otro lo es y se aprovecha de él. Pero no
es tan simple. El egoísmo tiene, según
este autor, tres caras, habría pues tres tipos de egoísmo. Primero, el egoísmo egocéntrico, el peor de
todos, cuya única finalidad reside en saciar el interés propio. Cuando uno experimenta este tipo de egoísmo
quiere que el mundo gire alrededor de su ombligo y como es algo difícil de
conseguir, genera mucha frustación y sufrimiento en el que lo padece. El ego acapara todo el espacio e impide ver o
comprender las necesidades de los otros.
Te sientes la víctima, reaccionando con quejas y buscando culpables de
tu insatisfacción. Añade el autor algo
que me parece brillante, “irónicamente,
cuanto más egocéntrica es nuestra visión del mundo, más tachamos de egoístas a
los demás”, muy bueno. Supongo que
todos en algún momento podemos llegar a padecer este primer egoísmo, por malo
malísimo que sea. Puede depender de
muchos factores emocionales o de alguna enfermedad. Lo malo es si se convierte en un estado
patológico, lo que suele conducir a la persona en cuestión al aislamiento
total. Pero prosigamos, que ya os tengo
enganchados seguro. Segunda cara del
egoísmo: el egoísmo consciente. El autor
lo denomina algo así como “el egoísmo necesario”, aquel que se encarga de que
llevemos una vida digna y saludable preocupándonos de lo que necesitamos
(supongo que física y emocionalmente). Es
el egoísmo del “piensa más en ti”. Es el
egoísmo que deberíamos practicar para aprender a decir no (sobre este tema hay
otro artículo super interesante...) a los demás. El egoísmo consciente refuerza nuestra
autoestima y confianza y fortalece las relaciones que establecemos con
otros. Este egoísmo sería el puente que
nos llevaría del egoísmo malo malísimo al tercer egoísmo: el egoísmo
altruista. La combinación de estas dos
palabras parece contradictoria porque si practicas el altruismo, ¿cómo puedes
ser egoísta? Digamos que a través del altruismo
uno satisface su ego ayudando a otros.
Hacemos algo que nos gusta (y es bueno) y que reporta un bien a otra
persona. Hay por tanto tres caras en el
egoísmo y no todas tienen porque demonizarse.
Podemos aprender a reconocer el egoísmo más negativo (mediante la
reflexión, la meditación,¡ mediante el mismo altruismo!) y transformarlo en un
sentimiento que nos aporte más felicidad y menos frustraciones, porque no hay
mayor infeliz que el mal egoísta.
Observación:
No suelo escribir entradas en mi blog el domingo, suelo reservar este día para
mi familia o tareas domésticas diversas, supongo que el hecho de haberme tomado
“la mañana libre” (paseo, solecito, periódico y reflexión) ha sido un acto de
egoísmo consciente J.
Feliz domingo a tod@s.
¿Te importa guardar el suplemento de esta semana para compartirlo conmigo cuando lo hayas terminado? Y, si tienes por casualidad guardados los de semanas pasadas, pues también los aceptaría encantada.
ResponderEliminar¡Compartir es vivir, je,je!