Ya decía Plauto que los dioses suelen ser muy
humanos…
El
peregrino
Jubilarse,
júbilo...
Cuando
salió al balcón por última vez
las piernas
le tiritaban
y casi
le faltaba el aire de la emoción.
Era la
recta final de su peregrinaje.
Después
dio media vuelta
y el
portón se cerró al mundo
para
siempre.
Eran
las ocho de la tarde.
Las
ocho en todos los relojes.
Jubilarse,
júbilo... iba pensando,
mientras
la Guardia Suiza en formación
emprendía
su retirada, inexorable.
Al compás
de las alabardas suizas
el anciano
comenzó a despojarse de sus lastres:
empezó
por las babuchas escarlatas
y arrojó
al suelo,
para
otro,
la
ínfula papal.
Jubilación,
júbilo...se santiguó por última vez.
Al final
de un pasillo que anunciaba sus aposentos
le aguardaba
su mayordomo
que con
una sonrisa le susurró al oído:
“por
fin estamos solos”.
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