Desde la distancia kilométrica asisto al espectáculo siniestro del desmoronamiento anímico de un país, el mío, mi querida España. En los periódicos españoles, pero ahora también en los belgas reinan los titulares de las cifras catastróficas de esto y lo otro. Las últimas andanzas judiciales no ayudan al desánimo... Parece que mi patria se tambalea como un castillo de naipes mientras los políticos españoles van mendigando etiquetas favorables a la diosa Europa como perros falderos.
Sin embargo, desde la distancia kilométrica y la cercanía sentimental quiero contaros un secreto, algo de lo que no sé si siempre sois conscientes, pero por lo que los expatriados nos damos cabezazos contra las paredes todas las mañanas. Recuerdo que al principio de estar en Bélgica, pregunté a un señor de Málaga que vivía aquí: ¿no echa de menos España? – Todos los días- me contestó. Esa respuesta abnegada, me conmovió y nunca he conseguido olvidarla. Hay una cosa que España tiene y que no tienen los demás (interprétese con esto cualquier otro lugar de la tierra y fuera de ella) y es el secreto de la felicidad. Desde Platón hasta nuestros días, desde filósofos a transeúntes, todos nos hemos preguntado alguna vez cuál es el secreto de la felicidad, qué hay que hacer para ser felices, pero ellos, los españoles en España lo saben y lo son y no deben permitir que eso lo ponga en duda nadie, ni los apocalípticos mensajes de la economía, ni las sentencias vinculantes de la diosa Justicia. La felicidad la tienen los niños jugando libremente en las calles de los pueblos y en los parques de las ciudades, la tienen el grupo de vecinas que se cuenta las penas en el quicio de la puerta de su casa, los viejecitos sentados en el banco de la plaza recordando su juventud a golpe de garrocha, los que comparten una caña en un bar, los amigos que se echan una mano y dos en las dificultades y que con cuatro cosas hacen en cualquier sitio la fiesta más memorable, la familia que donde comen tres, comen cuatro, cinco y seis. Alegría de vivir. ¿Os parece poco? Yo me doy cuenta cada día y cada día pienso en volver y después me lo vuelvo a pensar y me lo pienso mejor, yo también la echo de menos todos los días aunque confieso que me anclado a ciertos materialismos mundanos, qué le vamos a hacer, nadie es perfecto. Pero cuando escucho la radio española por las mañanas me vuelvo a preguntar qué hago aquí todavía, siento esa alegría vuestra de vivir, y sé que alguien os lo tiene que decir para que lo sepáis, que tenéis el secreto de la felicidad y que, por favor, no os hagan pensar lo contrario. No os dejéis contagiar por la demagogia catastrofista de nuestros días.
Se cuenta que los alquimistas antiguos tenían la clave para transformar el plomo u otros metales en oro. Pero en el plano espiritual de la alquimia, debían transmutar su propia alma antes de hacerlo con los metales, debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno. Quién sabe si esta nube negra esconde ese proceso de purificación y que cuando pasen las vacas flacas, renazca la grandeza hispana en todos los ámbitos como el ave fénix y entonces volvamos todos con la maleta en tropel a contemplar el milagro... y a ser felices.
Ojalá sea, como dices, "solo" un periodo de vacas flacas que haga de catarsis individual y colectiva porque, no sé si será coincidencia o haber sucumbido a los titulares de prensa tan catastrofistas, pero desde el fin de semana una nube negra también me persigue a mí, y sólo consigo sentir lástima, desazón, desesperanza y una gran incertidumbre; qué será de nosotros, de nuestros hijos(ahora que los tenemos y no son meramente un lugar común que justifique nuestra lucha -o no) hacia dónde vamos. Y cómo la puerta de regreso a España, hace no tanto entreabierta, se ha cerrado por mucho tiempo.
ResponderEliminarFíjate que lo decimos nosotras, con nuestro trabajo y sueldos bastante estables, casa, marido, hijos, comida todos los días y hasta para algún capricho de vez en cuando. Tentada estoy de pensar que me quejo de vicio.
Pero aquí seguimos, dando la batalla en la búsqueda de esa felicidad un poco intangible que se nos quedó allá aquí, en la gris y fría Bélgica.
Sí, es muy compleja la lucha en la búsqueda de la felicidad y a la vez la estabilidad en los bienes materiales a los que no queremos renunciar y la vida que queremos dar a nuestros hijos.
ResponderEliminarYo creo que la puerta no se ha cerrado...es extraño de decir, pero a pesar de saber que seremos felices si volvemos, no queremos volver a cualquier precio, extraño de entender, verdad? la felicidad es extraña, pero el hombre es más extraño todavía...
Yo lo que propongo entre líneas es una ola de esperanza, de autoestima y de reconocimiento para los que están allí capeando el temporal. No se puede estar toda la vida diciendo que alguien está mal, que es malo, que esto y lo otro, porque al final ya no son sólo las cifras (malditas cifras) si no lo que está en la cabeza y cuando eso trastoca viene el cataclismo (verdad, amiga?). Lo veo un pco como en nuestras clases: si tú le repites a un alumno sólo lo que hace mal, los errores que comete, lo mal que se le da esto o lo otro, al final, dejará de venir a clase...pero si haces esa corrección constructiva y de vez en cuando le alabas los méritos, vendrá a por más ;-)
Está claro que los que mueven los hilos en España no tienen que dormirse en los laureles, pero la gente tiene que seguir rebelándose (indignándose!), luchando, creyendo en ellos mismos y pidiendo un porvenir mejor, sobre todo nuestra generación, porque lo merece. Y nosotras tenemos, creo, el deber de transmitir a nuestros alumnos TODO lo bueno de España, que es muchooooooooooo
SÍ SEÑORITA
ResponderEliminarTODAS Y TODOS NO SOMOS CIEGOS
ES MUY HERMOSO LUCHAR POR LA FELICIDAD
ADELANTE AMAZONA DE SUEÑOS
MIS REVERENCIAS MAS AFECTUOSAS
JMRB
Hola José Manuel:
ResponderEliminarGracias por leer mi blog y publicar un comentario.
Suerte...
Un saludo cordial,
Elvira