15 de septiembre de 2010

Entre el otoño y la tos: lecciones de Zenón

En la antigua Grecia, la escuela filosófica estoica encabezada por Zenón de Citio tenía claro que el hombre sabio (o sea el hombre libre, el hombre feliz) es aquel que domina sus pasiones, aquel que se resigna a ellas y las acepta sumisamente rigiéndose por los principios de la razón y la virtud; las pasiones son desviaciones de nuestra propia naturaleza (pathos); las reacciones como el placer, el dolor o el temor pueden y deben dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón, la impasibilidad (apatheia- de la que deriva la "apatía") y la imperturbabilidad (ataraxia);
Esta lección me viene en el mejor momento para reflexionar sobre el dolor (en mi caso el dolor físico provocado por las anginas y la tos) y la manera en que lo aplacamos en la sociedad occidental de hoy en día. Reconozco que soy la típica persona que no aguanta el dolor, mi filosofía sería la contraria a la estoica, por qué tenemos que soportar el dolor? por eso tengo un amplio botiquín en casa y un mini botiquín en el bolso para dolores varios: de cabeza (lo más frecuente), de espalda, de muelas, de oídos, de ovarios!, etc. La cuestión es que hasta la fecha, cuando me dolía algo, me tomaba una pastilla (o lo que pillara); pero ahora el cuento ha cambiado: ya no soy sólo yo, sino que llevo conmigo este milagro de carne y hueso al que debo proteger de mis manías medicamentales y por mi bien quizá debería empezar a poner en práctica la filosofía de Zenón. Pero es más difícil de lo que pensaba; Es como estar en un ring de boxeo a solas con el dolor, es una situación nueva: dos enemigos desarmados; busco en mi fuerza interior la manera de dejarlo fuera de combate. Esta nueva vida que crece en mí me aporta nuevos valores; ahora el tiempo para sentirse bien no hay que mendigarlo sino buscarlo y comprarlo como sea; la paciencia, la búsqueda de la tranquilidad (zen?) todo sea por hacer que este milagro crezca libre de la lacra del estrés de nuestros días; y de nuestra obsesión por anestesiar todo tipo de dolores, hasta los del alma; quizá sea por algo por lo que todos los seres humanos nacemos sufriendo, atravesando un pseudo canal navegable imposible; quizá ésa sea la primera lección de Zenón; pero quizá sea por algo también por lo que jamás somos capaces de recordarlo...

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