Recuerda
un momento feliz y guárdalo para siempre en tu corazón.
Todo. Lo bueno, lo malo, lo regular...todos los
recuerdos se agolpan en su mente. Los
sentimientos más antagónicos: el amor, el odio, el enfado, la tristeza, la
compasión...la soledad. Anhelaba poder
tener una suspensión transitoria de la conciencia, ésa de la que habla el doctor Da Barca de Manuel Rivas. O
apretar el botón de pausa. O congelar
sus vidas en un instante feliz. Por
ejemplo, en un pueblecito costero italiano, en una tarde de verano. Pasean juntos, Lola va por delante montada en
una bicicleta rosa. Hablan cordialmente,
de nimiedades. El paseo también va
poblado de silencios, de esos agradables en los que uno no siente la
irrefrenable necesidad de decir algo.
Comen en un pequeño restaurante frente al mar. Entonces él le dice que tiene que partir a un
largo viaje. Se levanta de la silla con
una sonrisa. La besa brevemente en los
labios. Besa a la niña en la frente y le
acaricia el pelo. Se va quitando la ropa
mientras se aleja y cuando se desprende de su último despojo, una ola le acaricia
ya los pies en la orilla. Se echa a nadar y
se convierte en pez. Desaparece aleteando
por las cálidas aguas del Mediterráneo mientras el sol cae sobre el
horizonte. Entonces ella se despierta en
su casa, Lola sigue durmiendo en el sofá.
Todo sigue igual, nada ha cambiado, o quizá sí. Se alegra de que los sueños existan.
Recuerda
un momento feliz y guárdalo para siempre en tu corazón.
3 de julio
de 2014, para Creu y Lola, y para Oswald
in memoriam