Hoy me
he desayunado la noticia de que en una oposición a maestros en Madrid el 86% de
los aspirantes ha suspendido la prueba
de primaria. El subtítulo continúa así: Los
opositores a una plaza en Madrid no pasan el test con preguntas que debe
responder un alumno de 12 años. Solo el 2% sabía las provincias por las que
pasan el Duero y el Ebro. Al leer
este artículo una se indigna y piensa “pero qué clase de maestros son aquellos
que no saben los contenidos básicos requeridos a los alumnos a los que van a
dar clase”, o aún peor “qué tipo de bagaje cultural o intelectual pretenden
inculcarles estas personas” o “cómo no se les cae la cara de vergüenza”. La vergüenza es un sentimiento que ya no se
lleva. Porque incultos e ineptos los ha
habido en todos los tiempos, pero al menos antes, cuando uno no sabía algo que
se suponía que debía saber (lo cual puede ser comprensible y humano), al menos,
se avergonzaba. Pero es que ahora, no
sólo no se avergüenzan, si no que se jactan, se chulean de no saberlo, echan
mano de las excusas más ridículas para ser capaces de justificar lo
injustificable. Y no me refiero sólamente a
los maestros. El escritor Javier Marías
hace referencia a este tema innúmeras veces es sus columnas dominicales. También habla de cómo se ha desvirtuado el lenguaje, siendo
cada vez más simplista. Estamos desarrollando
una manera de expresarnos que ya no entiende de registro, que no se adapta al
contexto ni a nuestro receptor, que no hace distinciones entre el lenguaje
escrito y el oral. En el peor de los casos: artículos de prensa o letreros
televisivos donde hay faltas de ortografía.
Para los profesores de lengua y amantes de la lengua en general: una
bofetada diaria. Bajo mi punto de vista
se equivocan los que achacan esta tendencia a la disminución de la calidad de
la educación o al uso de las nuevas tecnologías y medios de comunicación: yo
sigo sabiendo dónde poner una tilde aunque utilice abreviaturas al escribir un
mensaje de texto y no es lo mismo escribir en el facebook que escribir un
artículo de opinión como éste. Y
créanme, no hace falta haber ido a la universidad ni ser un pedante, para
comunicarse de manera correcta y no cometer faltas de ortografía, pues hay
muchas personas cultas, amantes de la lectura que cultivan la lengua de
Cervantes y dan mil vueltas a todos
estos maestros aspirantes (y a muchos periodistas). Creo que es un error general pensar que uno
va a la universidad y con el diploma de licenciado recibe la mochila de la
sabiduría. El saber puede empezar a
cultivarse en cualquier momento y es una
senda preciosa ¡que no acaba nunca! Es
decir que aquél al que no le interesa lo que pasa a su alrededor, la cultura de
su ciudad, de su país, que desprecia la memoria, que no lee un libro ni un
periódico, puede sacarse la carrera que quiera, que seguirá siendo toda su vida
un inculto. Porque señores ya estamos
hablando de incultura, ¿o es que hay estudiar una carrera para saber por dónde
pasa el Duero? ¿o la diferencia entre haber y a ver? Me temo que aquí sucede algo mucho más grave
y es que estas personas que decidieron hacer la carrera de maestro y demuestran
esta ignorancia supina que nos avergüenza y que enturbia la labor de otros,
simplemente se equivocaron de carrera.
Se metieron ahí por otras razones (porque no les llegaba la nota para
otra cosa, porque no pedían selectividad, para ser funcionario...) pero no por
vocación de ser maestros. El maestro o
profesor no sólo tiene que saber contestar a esas preguntas básicas de la
oposición, tiene que saber mucho más que eso, y ese conocimiento no depende ni
más ni menos que de uno mismo.
Es
evidente que nadie puede saberlo todo, pero es que hemos llegado a un punto en
el que está socialmente aceptado el no saber nada y eso nos tendría que dar mucha, pero que mucha vergüenza.
La caricia diaria (apostilla a este artículo)
Este
artículo va dedicado a mi amiga Mayte, ejemplo de cómo sí es una maestra de
verdad: humilde, culta, creativa, trabajadora, imaginativa, siempre en busca de
nuevas ideas que estimulen su trabajo y el de los alumnos...
Si ya
os ha picado lo suficiente la curiosidad, mirad entre las páginas del Heraldo
de Soria, donde ya han aparecido publicadas varias de sus actividades en clase
o daros un paseo por su maravilloso blog, que sin su permiso ;-), comparto aquí
con vosotros http://blogenascuas.blogspot.be/
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Con
perlas así una quisiera volver a ser niña a sentarse en el pupitre a soñar...con
ser maestra.
Enhorabuena por tu trabajo, Mayte, lo apreciamos y lo admiramos.
Enhorabuena por tu trabajo, Mayte, lo apreciamos y lo admiramos.