Una de
las cosas más gratificantes de mi trabajo como profesora de español para
adultos es mi función como difusora de la actualidad, de la cultura y de la
historia española. Más allá de los
logros que mis alumnos consigan conjugando correctamente los verbos o aprendiendo
expresiones coloquiales, me enorgullece
y me sorprenden a veces en los niveles superiores con los debates y conversaciones tan interesantes que mantenemos. A
menudo me enseñan también ellos a mí, es una dialéctica, una academia, al más
puro estilo socratiano. La actualidad
les resulta interesante pero no para todos fácil de seguir, a veces se pierden
en los devaneos de nuestros políticos cabreados y no les culpo por ese
desconcierto. En temas culturales la
gastronomía sigue siendo el tema estrella, a los belgas les encanta cocinar y
comer y en nuestras fiestecillas siempre se atreven preparando platos españoles,
aunque con su toque particular. El tema
histórico sobre el que más hablamos todos los años, por dos razones, porque me
interesa a mí y porque les suscita aún mucha curiosidad a ellos es, sin duda,
la guerra civil y todo los relacionado con ello. Este año les he animado a ver alguna serie y
tengo a alguna enganchada (y encantada) con La
Señora. A través de esta serie
magnífica han conocido un poco más la España de los años veinte, los conflictos
mineros en Asturias, las diferentes clases sociales de la época y cómo todos
los acontecimientos derivan en la proclamación de la Segunda República en
1931. Me sigue fascinando el papel de la
mujer en aquellos tiempos convulsos. Las
españolas fueron las primeras en conseguir el voto femenino. Cuando veo al personaje de Encarna en sus
mítines políticos se me pone la piel de gallina. Otros alumnos se estremecen
leyendo este año La voz dormida, las
historias de esas mujeres en la cárcel de Ventas, la valentía y la fuerza del
personaje de Tensi, que aun embarazada se hizo miliciana, luchó con la
guerrilla y fue capturada para más tarde ser fusilada en el penal después del
nacimiento de su hijo. Esas mujeres
lucharon sin tregua por un futuro más libre y más igualitario y nosotras en
muchos aspectos tenemos su testigo, debemos recordar la historia y
transmitírsela a nuestros hijos para que lo malo, no se repita. Cuando leo noticias sobre violaciones de
mujeres en grupo, ablaciones en África y otras atrocidades contra nuestro
género me pregunto si es que no hemos aprendido nada de la historia. Todas esas ferocidades no debieran quedar
impunes y eso es un trabajo de hombres y mujeres de nuestras sociedades del
llamadas del primer mundo.
Cualquiera
de estos temas me sirven como pretexto para viajar en clase a mundos más
complejos y acabamos hablando de amor, de psicología, de la educación universal,
de los derechos humanos y de tantos y tantos temas en noches inolvidables. Muchas veces voy conduciendo en el coche de
vuelta a casa con una sonrisa en los labios: la educación traspasa los
contenidos.
Cuando
estoy preparando los exámenes de los cursos superiores, pienso muy bien qué
textos voy a elegir para la lectura y qué sobre qué temas tendrán que escribir. Ayer me sentía orgullosa al ver a mis alumnos
atareados leyendo el textos de Rosa Montero (Elogio del individualismo) y escribiendo
sus comentarios críticos. Como pude
comprobar después algunas de esas redacciones son auténticas joyas
literarias. Leer los textos de algunos
alumnos es un verdadero placer, una manera de conocerlos más a fondo y saber
cuáles son sus inquietudes y pensamientos, sobre todo los de los más tímidos en
clase.
El
papel de un profesor va mucho más a allá que el de mero transmisor de
conocimientos. Es un actor que olvida
sus penas cuando se abre el telón cada tarde, es un moderador de ideas
encontradas, debiéramos ser a veces todo oídos y aprender a leer las señales
sutiles para tomar nota y mejorar nuestro trabajo. Somos educadores de valores universales que
empiezan en el respeto, en la tolerancia y en la solidaridad. Es un trabajo precioso y doy gracias por
poder dedicarme a él.
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