Con la llegada del fin de curso, me he puesto a reflexionar sobre la fauna humana que se sienta en mis pupitres...Si lo pensamos bien la mayoría de ellos sobrepasan el medio siglo de vida y aún así no faltan a una carrera de subjuntivos y otros obstáculos. Véamos como está patio: el alumno que lleva una botella de leche vacía en la cartera y la utiliza para que cuando abre la ventana en clase se sujete y no se cierre; el alumno con enfermedad crónica que utiliza un millón de medicinas al día y el otro día nos trajo unas cuantas para hablarnos de la homeopatía; las dos señoras del café, el café recién hecho de los sábados por la mañana (y los bollos); el alumno que se sabe todo tipo de palabras raras en los diferentes españoles de latinoamérica, pero que se reconoce enamorado por la palabra "pendejo"; el alumno pirata que se baja toda la cultura de la red, ya sea música o (sobre todo) libros digitales y me los envía por correo electrónico colapsándomelo; aquel, el reportero más dicharachero, que siempre empezaba la clase con un repaso a la actualidad; la alumna que en mi despedida, me regaló El libro de los abrazos de Eduardo Galeano y en el que ayer, por casualidad, descubrí un mensaje secreto y una flor disecada, que me emocionó; la otra, que en cada ocasión especial hace un poema para darlo o leerlo en voz alta en clase; la alumna que se compra pendientes de Adolfo Domínguez y cuando no le convencen me los da a mí; la alumna que quería dejar las clases por problemas personales y a quién convencí de que no lo hicera con un abrazo; la que en su tiempo libre camina con zancos en espectáculos de toda Europa; (.... y tantos más...)
Cuatro años rodeada de Rarae Avis, y entre ellos una profe (creo) nada convencional.
Veremos lo que septiembre nos depara... (to be continued).
Y lo que nos queda por ver, oír y aguantar si seguimos en este oficio, chata...
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